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10 de Marzo del 2004
Una buena racha
El viento sacude mi pelo; creo que debería bajar la capota del coche.
Voy corriendo a toda velocidad por una carretera provincial. El motor de mi deportivo vibra en cada curva. Debo llegar al casino temprano.
Las puntas de los tejados ya comienzan a despuntar en el horizonte tintado del sanguíneo rojo del atardecer. Estoy muy cerca. Diez minutos más y estaré cruzando la dorada puerta del casino.
Aparco en la acera y apago el motor. Le doy las llaves al chico que espera en la puerta: "Apárcalo con cuidado, no vayas a rayármelo", le digo. El muchacho sonríe y dice: "No se preocupe, señor. No habrá problemas."
Cruzo la puerta, saludando con un ademán al inmenso guardia. Me miro fugazmente en el espejo del guardarropa: chaqué negro, corbata, raya impecable en los pantalones. Contra lo oscuro de mis ropas, contrasta la palidez de los rasgos de mi cara: nariz aquilina, ojos grises, blancos dientes y ancha boca, peleando contra el negro de mi pelo y de mis ropas, como estrellas intentando iluminar una noche de luna nueva. Hago una sencilla coleta con mi pelo, y me cubro la cabeza con un sombrero negro. ¡Pero si parezco salido de una película de cine negro! Ya no importa; sigo andando hasta el interior de la inmensa sala que configura el salón principal del casino. Cientos de estúpidos ricos gastan su dinero alegremente aquí, repartidos por distintas mesas con variopintos juegos de azar, todos ellos imposibles de ganar, excepto para mí, que he nacido para esto. Pienso en Jane, tirada en un rincón de la calle, pasando frío y hambre. Lo siento, nena. Lo siento, pero no puedo dejar de quererte. El espectáculo de semejante derroche de dinero provoca una mueca de repugnancia en mi cara, pero rápidamente vuelvo a adoptar mi mejor sonrisa para conquistar a todas las viejas damas de sociedad, que murmullan admiradas ante mi porte y mi donaire cuando paseo por la sala, mirando con condescendencia a todo y todos.
Paso por la primera mesa, y voy saludando. "Buenas noches", digo. "Mi nombre es James. ¿Cómo van las apuestas?" El croupier declara que la banca acaba de ganar un juego. Le voy a dar una lección a ese estirado.
-Deme esos dados.- le ordeno. Nadie se niega a que juegue primero; todos acaban de ser desplumados.
-¿Cuánto se juega, señor?
-Medio millón de dólares.- afirmo. La cara de asombro del croupier no dura mucho; rápidamente corre a llamar a su superior. Este viene y me pregunta si estoy seguro de querer apostar tanto dinero; sin dudarlo le digo que se aparte. -Medio millón al seis.- muevo los dados dentro de mi mano. Como los galanes de película, acerco los dos dados a una preciosidad que hay a mi lado, y le digo que los bese. Se sonroja; se ve que es nueva por aquí. Duda un poco, pero al fin les da un tímido y suave beso, que se posa también intencionadamente en mis dedos. La mirada que después me lanzó me hizo ver qué tipo de mujer era en realidad y qué quería de mí. Lanzo los dados con un rápido ademán sin darme la vuelta; rebotan en el otro lado de la mesa, y los números muestran el ansiado seis.
-El señor acaba de ganar el juego. Damas y caballeros, hagan sus apuestas. -dice el asombrado croupier. Cojo del brazo a la prostituta y me dirijo a otra mesa.
Juego por juego, voy ganándome las simpatías de todos los hombres ricos de este lugar. Con mis apuestas, estúpidas por lo atrevidas, voy encandilando a cada mujer, atraídas por el brillo del dinero. Sigo ganando, por supuesto; es lo que se me da mejor. Los distintos croupiers comienzan a dejarme jugar con reparo, como si no quisieran lanzar la ruleta, o repartirme cartas. Esto está siendo muy divertido.
Llevo tres horas jugando y ya me he llevado hasta el último dólar del casino. La furcia sigue colgada de mi brazo; cree que después de esto tendrá su premio. Me marcho, triunfalmente, por la puerta, con las atónitas miradas del encargado y de los clientes puestas en mi espalda (y, por qué no decirlo, en el trasero de la rubia). Paso por la caja para cobrar todo lo que he ganado; me dan un maletín lleno de billetes y un cheque para lo demás. "Lo siento, señor, pero no tenemos más efectivo". Acabo de dejar en bancarrota a un casino. ¡Perfecto!
Monto en el coche y lo arranco, llevando a la prostituta conmigo. Cuando llevo un buen rato conduciendo, le pregunto a la chica dónde vive.
-¿Para qué quieres saberlo?- me dice, extrañada. –Podemos ir a tu casa, o a un hotel.
-Voy a llevarte a tu casa. Lo siento, pero esta noche no habrá diversión.- su preciosa cara se transforma en una mueca de odio.
-¿¿Y para eso me has tenido contigo toda la noche?? ¡¡Me has hecho perder clientes!! ¡¡Eres un...!!- comienza la retahíla de insultos más larga que he oído en mi vida. Además de ser preciosa tiene bastante imaginación Y parecía una chiquilla inocente... Le abro la puerta y le digo:
-Lárgate. Si no quieres que te lleve a tu casa, cierra el maldito pico y bájate de ahí.- Lo curioso es que la chica me obedece. Se baja del coche y se larga andando. Es una auténtica pena: estaba buenísima. Menudo desperdicio.
Aparco el coche en el jardín de mi casa. Recuerdo un morboso artículo que leí en una revista: ¿dónde era el mejor sitio para dispararse? ¿En la sien o en la boca?
Sigo subiendo, uno a uno, los escalones. Abro la casa, enciendo las luces y avivo el fuego de la chimenea. Cuando las llamas están bien altas, abro el maletín y lo meto en el fuego. Lanzo también el cheque.
Me siento en la mesa de mi despacho. Cojo una cuartilla, saco mi pluma, y escribo con mi más primorosa letra un mensaje. Lo firmo, y cuando estoy doblándolo, recuerdo un detalle muy importante: añado un “Para Jane” al principio. Ahora está completa; ella entenderá. Abro el cajón con doble fondo que tiene mi mesa, y revelo el contenido oculto. Sujeto las cachas de madera de mi Magnum. Abro el tambor e introduzco seis balas. Amartillo la pistola y la meto en mi boca. ¿Debería rezar o algo así? Qué más da. Ya nada importa. Aprieto el gatillo...
BANG
Málaga, año 2000
Dicho por Santo at 10 de Marzo 2004 a las 10:30 PM
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no lo pillo... U_U
Escrito por Delirio a las 15 de Marzo 2004 a las 01:39 AMNo hay nada que pillar. Pero imagina, Delirio, que tuvieras una pistola en las manos. Y recordaras que la pistola se desplaza por el impulso, y ese movimiento a veces desvía la bala. En el sitio equivocado no te mataría, pero te convertiría en un despojo, un vegetal.
Y no pudieras recordar en qué sitio. Tienes la pistola en la mano, pero no recuerdas dónde debes dispararte. Y te preguntas sin parar: ¿garganta o sien, garganta o sien, garganta o sien...?
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PD: ¿A que he conseguido ponerte nerviosa? :P
Escrito por Santo a las 16 de Marzo 2004 a las 10:42 PMpistola o sien??
será garganta o sien no??
xDDDDD no... la verdad es k te tengo mu visto pa k me pongas nerviosa así... ^_^
Pero buen intento.
Ostras, eso me pasa por no escribir concentrado. xDDD Permíteme que lo corrija, que igual a algún lector eventual que no me vea venir desde tan lejos sí que lo altero. xD
Escrito por Santo a las 16 de Marzo 2004 a las 10:45 PM