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29 de Octubre del 2004

Infantina de lujuria

Acabo de encontrar entre mis archivos este poema, que ni siquiera yo recordaba haber escrito. No me parece especialmente bueno, pero sí una muestra curiosa de cuando escribía mientras un/a profesor/a (prefiero no especificar) explicaba muy mal cosas que no me interesaban en absoluto.

Trazando suave amor en color suave,
Besos blandos de azul que ya no caben
En tu pálida boca: fuego dame.

Lame mi cuerpo con la fría llama
de tus labios, patria añil del desdén frío;
que tus ojos me rescaten del hastío
del fuego que no quema y me den calma.

Miénteme, por piedad, con tus caricias,
rómpeme el corazón en mil pedazos;
dame falsa pasión en tu regazo,
de amor maltrátame con tus mentiras.

Trazando suave amor en color suave,
Besos blandos de azul que ya no caben
En tu pálida boca: fuego dame.

Daniel Santo, El abrazo
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Posted by Santo at 6:03 PM | Comments (2)

26 de Octubre del 2004

La V Columna: Concierto de Halloween

La próxima noche de Halloween (domingo 31 de Octubre) se celebrará una fiesta de disfraces en el pub El Molino, en Almogía, a partir de las 22.00. A las 24.00 empezará el concierto especial de la Noche de los Muertos de La V Columna. No se lo pierda, señora.

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Posted by Santo at 8:10 PM | Comments (1)

19 de Octubre del 2004

Flor de humo

Soneto de madera

Flor de humo deshojándose en mis manos
de pétalos oscuros prohibidos,
dulzón aroma en espiral hipnótica
que adormece mis labios si la beso.

Ígnea flor que esconde sus raíces
en los negros despojos del pecado,
oculta al lado izquierdo de mi pecho
va marcando el compás de mis latidos.

Dolorosa flor de fuego y espinas
de ausencia, que florece siempre efímera,
que inyecta su veneno en mis entrañas;

requiebra, estalla, se aja entre mis dedos,
alada que al morir vuela conmigo
flor crüel de sonrisa de y de silencio.

Posted by Santo at 11:27 PM | Comments (3)

15 de Octubre del 2004

Ars retorica

He descubierto algunas cosas nuevas desde que empecé Filología Hispánica. Por mucho que me lo prometiera cada fin de año, dudo mucho que me hubiera acercado a las Metamorfosis de Ovidio de no ser por la carrera (y muchísimo menos en latín). Tampoco a las Soledades de Góngora. El Quijote sí lo habría terminado leyendo, pero no lo habría disfrutado tanto (lo tengo ahora entre manos y estoy, sencillamente, alucinando en colores). Pero lo que más ha cambiado desde que empecé mis estudios han sido mi manera de leer y de escribir.

Antes leía como todo el mundo, una página, después la otra y así, y a ser posible saltándome las introducciones y las notas al pie. Siempre he pensado que eso era relleno inservible, pues lo que importaba era la obra, el lector y nada más. Gracias al amable manotazo de algunos (buenos) profesores, mi castillo de naipes intelectual se ha derrumbado y he podido aprender a leer de otra forma. Desde hace algunos meses, leer se parece tanto a lo que yo hago como la acupuntura a la cirugía interna. No con todos los libros, evidentemente; sin embargo, con la obra que lo merece me detengo a tomar notas; a pasar y repasar una línea las veces que haga falta si la veo interesante; a tener varios libros de referencia abiertos para averiguar más sobre tal o cual mención, tal o cual intercontextualización. Y luego, otra pasada de lectura más relajada para disfrutar del fluir de la narración o de la música de la poesía.

Y escribir... Ya no me dan ataques de furor poético, no hay musa ni daimon que valga. Tengo tantas ideas como antes o más, pero me parece absurdo desperdiciarlas por culpa de la prisa. No, cada cosa merece su tiempo. Un buen poema es digno de ser construido paso a paso, dedicándole las horas que hagan falta a cada pequeña metáfora, a cada breve encabalgamiento, y luego limar y repasar. Un buen relato tiene que ser diseccionado para estudiar sus partes y saber dónde colocar cada cosa; por dónde pasar los hilos para construir el telar de la historia. Igual que en la cocina: uno coloca los ingredientes, va preparando el agua y luego los echa uno a uno; lo último del todo es comer el plato, en este caso escribir. Evidentemente, esto se traduce en que escribo menos. Y tampoco todo lo que escribo tiene este detenimiento. Sólo lo que lo merece.

Todo esto lo he aprendido estudiando la retórica clásica. Muchos dicen, desde hace ya décadas, que es una ciencia enquistada, muerta, sin sentido; que ha quedado reducida a un puñado de normas olvidadas e inservibles que ya nadie tiene en cuenta. Luego me asomo a la televisión un instante y escucho a los que nos mienten desde sus tribunas, y me doy cuenta de que esos muchos deben de tener un interés especial en que no le echemos cuenta al ars retorica de nuestros engañadores, porque si no, no se explica la cosa.

Cuando uno empieza a estudiar la retórica, en principio piensa que se trata de una curiosidad cultural o antropológica, un resto de tiempos pasados. Desde la Edad Media, época a partir de la cual se fueron desgajando materias de la retórica quedó sólo para su estudio en reducidísimos rincones, como las aulas de enseñanza de los jesuitas. Pero la gente no dejó de hablar, ni de escribir; y lo que es más, no dejó de intentar hacerlo bien. Así que la retórica, el arte de Cicerón del movere, docere, delectare, nunca murió. Simplemente se decidió olvidar lo que grandes sabios habían dicho al respecto siglos antes. Alguien me dijo una vez que para empezar a escribir relatos debería leerme antes la Retórica de Aristóteles, y pensé que era un imbécil: hoy sé que tiene razón. Cuando uno lee a Platón, a Quintiliano, a Cicerón o a cualquiera de los grandes rétores del mundo antiguo descubre que muchas cosas que hoy nos pueden parecer innovaciones eran ya viejas para los primeros sabios de la Historia. Cuánto camino ahorraríamos los que jugamos con las palabras si estudiáramos lo que otros han dicho. Cuánto me queda por estudiar...

Por todo esto me hacen gracia los que desdeñan las normativas porque "encadenan su libertad", y afirman que la literatura es un arte personal e íntima que no puede tener reglas. Se han quedado en la estética romántica, me temo (en Bécquer, principalmente, y él tampoco escribía al azar), y no saben ver nada de antes ni de después. Y por supuesto, sin técnica, sin conocimientos no son capaces más que de vomitar paja de escaso valor literario. Para empezar a saber de ritmos hay que leer muchos hexámetros; para acercarse siquiera a la narratología, no está mal empezar por las Etiópicas de Heliodoro. A todos nos hace falta un repasito a don Tomás Navarro Tomás, y a San Agustín y Cicerón y Séneca, y de paso a Cervantes, Quevedo, Góngora y Fernando de Rojas. Y después, te cagas en todo y decides escribir verso libre, pero lo haces con propiedad.

Si dejáramos de pensar por un instante que hemos recibido una educación completísima y leyéramos a los clásicos y sus normas viejas y anquilosadas, nos daríamos cuenta de que esto de juntar palabras no es tan fácil. Pero claro, para aprender el oficio hacen falta muchos años, y ya nadie quiere ser bueno en lo suyo, sino ganar más dinero que Beckham. Sic transit gloria mundi.

Posted by Santo at 12:22 AM | Comments (9)

13 de Octubre del 2004

Dudas

Tres por el precio de una:

¿Por qué mucha gente (entre ellos, yo) empieza a leer los periódicos por la última página?

¿Por qué todo el mundo consigue que funcione su cachimba, menos yo?

¿Por qué me paso tres días comiendo y bebiendo como en una orgía romana, y no sólo no engordo, sino que me pongo enfermo y ni siquiera es un empacho, sino un virus de mierda? ¿Qué le he hecho yo a mi organismo?

Post chorra del día protagonizado por Verduras Skunk.

Próximo lunes, concierto de La V Columna en la facultad de Letras. No se lo pierda, señora.

Posted by Santo at 10:11 PM | Comments (9)

7 de Octubre del 2004

Historias de mi barrio III

Orden

Llega cargada de bolsas, como una exhalación, a una velocidad que parece imposible para un cuerpecito tan viejo y arrugado. Estás ahí, sentado en la terraza de un bar en mi barrio, cuando aparece. La mesa de al lado, de la que acaban de levantarse unos clientes, ha quedado vacía; ella apila los platos y guarda los vasos uno dentro de otro. Cuando está todo bien ordenado, saca un paño de algún bolsillo de su vestido de flores y, con las manos ganchudas de la artrosis, limpia la mesa hasta dejarla brillante. Mira a su alrededor con ojos desorbitados; guarda el trapo, coloca las sillas en su sitio, y se va. Apenas te ha dado tiempo de verle la cara arada por un mal de arrugas terminal, con los ojillos hundidos y la barbilla prominente, cuando ya ha desaparecido calle arriba.

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Si no hay ninguna mesa de bar que recoger, barre las calles con una escoba encontrada en la basura, o recoge las hojas caídas de un árbol, o los papeles de los caramelos de los niños a la salida del colegio. Jamás habla: es como una hormiga enloquecida que hubiera perdido el contacto con el hormiguero, y sólo pensara en trabajar, trabajar, trabajar, ponerlo todo en su sitio, mantenerlo todo en un orden y equilibrio perfectos e inmutables.

Todo el mundo la deja hacer. Al final de mi barrio, justo donde termina la ciudad, hay un sanatorio mental. A los enfermos que no son peligrosos les dejan la tarde libre para pasear. De pequeño me asustaba pensar que estaba loca. Imaginé para ella una historia terrible: abandonada cuando niña por su familia en el desván más profundo de la casa, atada a la pared por una larga cadena de hierro oxidado. Tras innumerables años de comer ratas desprevenidas y beber agua maloliente, la habrían encontrado allí los primeros trabajadores de la clínica. Su cuerpo desnudo, convertido en una pasa esquelética y siniestra, despertó su compasión y decidieron cuidarla hasta el día de su muerte, que supusieron cercano. Un día que me la crucé y llegué a casa aterrorizado le conté la historia a mi padre; él rió de buena gana mi imaginación febril y me explicó que sólo se trataba de una anciana senil.

Los años se llevaron el miedo y lo sustituyeron por la lástima. La vieja seguía recorriendo las calles de mi barrio, trabajando inútilmente en cada rincón. Un viernes ocho de Noviembre me crucé con ella yendo a coger el autobús. Había soltado sus infinitas bolsas y estaba tratando (sin éxito) de colocar en su sitio un contenedor de basura, que alguien había movido hasta casi dentro de la carretera. Una jauría de niños la rodeaba, la tocaba, tiraba de su ropa y de su pelo y se reía de la vieja loca que todo lo quiere ordenar. Los espanté con cuatro ladridos, y a empujones devolví el enorme cubo metálico a su sitio. Recordé de repente el autobús, la hora que era, los amigos que esperaban; di media vuelta para echar a correr y al final me quedé clavado en el sitio, porque ya estaba marchándose a lo lejos. Suspiré; con el siguiente llegaría tarde, pero ya no había remedio.

Ella me tocó indecisa el hombro. Me giré para mirarla y alzó las manos; las puso sobre mi cara y la recorrió muy despacio, como si fuera ciega. Me miró con sus ojos glaucos y comprendí que apenas veía nada. Retiró las manos y agachó la cabeza, como entristecida de repente, o quizá pensativa. Alzó de nuevo la barbilla y por primera vez en diecitantos años la escuché hablar: musitó un "gracias", recogió sus bolsas y se fue.

Cuando el siguiente autobús me llevó hasta el centro mis amigos ya se habían ido. Sin embargo, en la parada había una chica con el pelo largo y casi rubio y la boca roja como un atardecer. Por las quejas que le escuché, sus amigos también se habían ido sin esperarla. Decidí que si por una tarde no iba a la reunión no pasaba nada y me acerqué a hablarle. Una semana después ya no podía vivir sin ella.

Nunca volví a ver a la vieja, ni averigüé jamás quién era realmente. Tal vez fuera de verdad tan sólo una loca obsesionada por el orden. Sólo sé que aquella tarde en que ayudé a una desconocida y besé a otra, una mano infinita, arrugada y rígida pero firme, recogió los platos y vasos sucios de mi vida, limpió la mesa y lo dejó todo bien ordenado.

Posted by Santo at 2:10 PM | Comments (2)

4 de Octubre del 2004

La V Columna, en acústico

El jueves día 7 de Octubre a las 20.30, en el escenario de la tetería el Harem y con ocasión de su 5º aniversario, los que estéis en Málaga podréis asistir al concierto acústico de La V Columna, con un nuevo repertorio de versiones y arreglos totalmente nuevos para nuestros temas.

No os lo perdáis, ¡y llegad temprano si queréis coger sitio!

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Posted by Santo at 6:31 PM | Comments (7)